Por Federico Di Pasquale 

“¡Viva la patria sin bombos ni choripanes!” tira un vecino en el grupo de WhatsApp del edificio o mejor dicho del monoblock o torre. No me importaría si no fuera representativo de lo que muchos medio pelo argentinos están pensando. Recuerdo que la dictadura también fue civil y no solamente militar. Entonces, entre la tensión entre relativizar o pensar que el vecino es un contrarrevolucionario, un enemigo del pueblo, escribo estas reflexiones. 

Uso la frase del vecino como significativa de esta época y como disparador para escribir. En esos momentos, uno no sabe si contestar, ir a golpearle la puerta o llamarse a silencio. No vale la pena. No ahora, al menos. No soy así, no me volverán distinto, todavía. No es momento de quitarse la máscara ni de argumentar. Quiero esperar por el partido de la selección y seguir leyendo a Mariano Moreno, Castelli y Monteagudo como estaba haciendo. Que no me saque de eje un “Pedro” o un “Juan” cualquiera. No con la existencia de tanta población que avala a este gobierno y a los milicos, al negacionismo, al golpismo, a la derecha más rancia y recalcitrante. 

No con la resistencia fragmentada y en Disney, pensando en el ombligo de los candidatos de siempre, sin unificación ni proyecto. Qué puedo hacer yo, salvo leer, escribir, resistir, sostener el comedor y la copa de leche, profundizar el conocimiento sobre una veta emancipadora que tiene en Argentina más de 200 años. Los gremios parecen dormidos y acomodaticios; las organizaciones sociales están desmembradas porque ante la quita de recursos estatales solo quedaron los convencidos y los cuadros medios, en el caso de que los hayan construido cuando había vacas gordas. Es como si cada uno hubiera tomado un retazo de la realidad social para representarla y salvarse, pero para quedar en la impotencia y la queja. Son miradas parcializadas que, si bien necesarias para resistir, no construyen, sin embargo, un proyecto nacional con capacidad de convencer a las mayorías.

En el video que comparte el vecino se observa el despliegue del desfile militar, el presidente y la vicepresidenta marchando en un tanque de guerra. La bandera que dice que los Carapintadas tenían razón, los torturadores de Malvinas en primera línea ¿Qué querés que le diga? Está orgulloso, el contexto lo habilita a que pueda decir que le gusta la represión, que odia a la “negrada” y a los “zurdos”. Antes se tenía que tragar las palabras. El vecino sabe, claro que sabe, que en el grupo estoy yo. Que amo los bombos, las movilizaciones, los reclamos por los derechos, que el  “planero” está dentro de ese WhatsApp que se usa, habitualmente, para decir qué día se cobran las expensas, que se rompió el ascensor o que van a cortar el agua. Cada tanto alguna estampita o alguna oración aparecen. Y, cada vez que la política se hace presente a través de algún mensaje, siempre es desde el lado gorila del asunto. Uno construye, no bardea en vano.

Es un barrio FONAVI, los barrios que hacía el Estado para trabajadores que, de otra manera, no hubieran podido jamás acceder a una vivienda propia. La vivienda se paga en cuotas, una suma irrisoria, a pagar en 30 años, etc. El vecino fue beneficiado por esa política pública en su momento, que bien podríamos catalogar de “planera” en la década del 80 y todavía está pagando la casa, porque paga monedas por mes, pero el manual de las zonceras criollas o del medio pelo argentino, parafraseando a Jaureche, no tiene límites y siempre se reescribe. Me pregunto, entonces, cómo esos sectores medio-bajos llegan a replicar el discurso de los poderosos, sintiéndose parte de esa minoría acaudalada. No cambian el auto hace 20 años pero se sienten más cerca de Galperin que de uno. 

Hay que comenzar, otra vez, un trabajo pedagógico, desde el amor, con los que se pueda hablar. A los demás, hay que pasarles por arriba con un proyecto político emancipador que los deje escupiendo rabia en la casa. Pero, estamos lejos de ello. Nos llevan años luz y no hay tiempo. No podemos esperar la construcción de la horizontalidad y la perspectiva emancipatoria; hay que recuperar el poder y a la vez, recuperar el mundo de las ideas y los valores humanos. Recuperar la memoria, la verdad, la justicia, el Nunca Más. Decir “como a los nazis los iremos a buscar” y no sólo decirlo, sino  ir a buscarlos de verdad. 

Por eso, en esta fecha queremos recordar que el origen de nuestra Patria, en el sistema de la Revolución, la política es lo contrario a lo inmoral; la corrupción es contrarrevolucionaria; son maneras de la realeza que no tienen lugar en una sociedad fundada en los valores de la libertad y la igualdad. En la clave de Rousseau, la libertad y los demás principios de una nación están grabados en el corazón de los hombres. Por eso, cuando el pueblo castigado se levanta y se subleva, obedece la voz de la razón contra los corruptos y los tiranos. Mariano Moreno, por ejemplo, piensa que puede fundar una nación alejada del despotismo y el vicio; que preste atención a las leyes sagradas de la naturaleza y que extermine la contrarrevolución con el fuego sagrado de la libertad. Quien se entromete frena el avance de la historia y la necesidad humana de ser libres e iguales en un sistema de gobierno fundamentado en la voluntad general americana; el reaccionario no es virtuoso sino vicioso, no tiene altura moral y, por tanto, tampoco la voluntad de cambiar. La revolución es un acto voluntario cuando se tiene fervor moral. 

La contrarrevolución hace que persistan los viejos hábitos, traslada de manos los viejos vicios, pecados e inequidades. Los prejuicios del mundo viejo sólo cambian de titulares cuando no se tiene el tiempo de liberarse del pasado. La contrarrevolución está interiorizada en los hábitos y costumbres heredados del sistema colonial. Y hoy con Milei, vuelve mucho del pensamiento colonial. La corrupción, el vicio, la escasa estatura moral es representada por los contrarrevolucionarios. Ellos son la bajeza moral y no nosotros. La contrarrevolución degrada al hombre a sus vicios y bajezas. No tiene la altura moral de la revolución. El egoísmo debe ser derrotado por la razón. Es la esencia de la revolución. Hay que sentir el sagrado amor por la libertad y la igualdad y si existen quienes por inclinación natural no lo puedan hacer, son enemigos. 

Lo que vimos este 9 de julio, el desfile, la reivindicación de la represión militar, debemos entenderlo como contrarrevolución, reacción, restauración colonial antipopular. La revolución ya está hecha, sucedió en 1810 pero hay que defenderla siempre. Esa revolución abre un perpetuo combate dramático entre facciones; del cual el 9 de julio de 1816 fue también un episodio, contra el despotismo, la tiranía, el absolutismo, pero también contra las traiciones de los propios, el egoísmo, la corrupción y los corruptos. Con el egoísmo cambiando de manos. Contra los que se acomodan para su propio beneficio y para los que no quieren soltar sus privilegios. Hay que anteponer la ley, la libertad, la igualdad, el derecho, a cualquier precio.

Foto portada: Argentina.gob.ar