Por Federico Di Pasquale*

Desde el 7 de septiembre de 1970, los nombres de Fernando Abal Medina y Gustavo Ramus simbolizan el día del Montonero. Fue cuando cayeron librando una batalla antiimperialista en el bar La Rueda en Hurlingham en plena dictadura, en el Combate de William Morris, en el conurbano bonaerense, enfrentándose a tiros con la policía. Abal Medina y Ramus, además de otros integrantes de la cúpula de la organización político militar, eran intensamente buscados desde que el 1º de junio habían secuestrado y asesinado, luego de un juicio sumario hecho por ellos mismos, al ex golpista Pedro Eugenio Aramburu, que fue la carta de presentación de la organización. Era una venganza contra la Revolución Fusiladora, contra esos cobardes inhumanos que habían bombardeado a un pueblo desarmado, entre otras acciones imperdonables. Mientras Abal Medina participaba de la reunión, Ramus esperaba en un automóvil. La comisaría 4º envió efectivos al enterarse del encuentro en el bar y sin encender las sirenas arribaron al lugar. Abal Medina cayó herido de muerte en la vereda y Ramus también, al descender del vehículo a disparar, siendo herido y muerto luego de que le explotara en la mano una granada que pretendía arrojar a las fuerzas policiales. Murieron por puro amor al pueblo si parafraseamos la “Cantata Montonera” de Huerque Mapu. 

Los argentinos veníamos de los bombardeos del 16 de junio de 1955 en la Plaza de Mayo, del robo del cuerpo de la abanderada de los humildes, del exilio y la proscripción de Perón, de los fusilamientos de Valle, Cogorno y otros en 1956. La dictadura era sangrienta, amiga de los monopolios y de la Sociedad Rural. Los años 60 se fueron radicalizando hasta entrar en los 70, que significaron para nuestro país el momento de mayor despliegue de la lucha de clases. La juventud revolucionaria peronista marca el punto más alto de la resistencia y de la ofensiva en un momento en donde el sueño generacional del socialismo parecía estar a la vuelta de la esquina, o al menos, en un horizonte posible y cercano. Perón estaba en el exilio y la lucha por su vuelta era el leitmotiv de esos jóvenes dispuestos a dar la vida por una patria libre, justa y soberana. Desde la vuelta al poder del peronismo, se recuerda ese día como homenaje a todos los compañeros y compañeras caídos. Montoneros no tenía voluntad militarista ni terrorista, sino que fueron llevados hasta ese punto como manera de resistencia frente a una persecución sangrienta del imperialismo.

Hablando con un Montonero hace dos semanas, con el “Negro” Eduardo Soares, me decía que ellos fueron la última expresión de la lucha de clases en el peronismo. Que a partir de allí, el peronismo no tiene más izquierda y que se dejó de tener una tendencia antiimperialista que él, por el contrario, como Montonero, reivindica. Los Montoneros no querían un capitalismo bueno ni con rostro humano, sino el socialismo, y comprenden que la violencia de esos años tenía que ver con un momento en una guerra que se estaba por ganar y que nunca se estuvo tan cerca del objetivo. 

Pensemos que en 1970, en Argentina, sus trabajadores organizados en Gremios, los estudiantes universitarios y otros sectores de la sociedad, venían de protagonizar el Cordobazo en 1969. El proceso de luchas del Tercer Mundo se acelera a nivel mundial y parecía que la hora de los pueblos estaba llegando. Nunca estuvimos tan cerca del mundo que soñamos. Las luchas por la liberación nacional estallan en América Latina y en el resto de países colonizados que quieren liberarse del imperialismo. 

El Negro Soares explica que su perspectiva era (y lo es aún) anti imperialista, ligada al marxismo dentro del peronismo. El evangelio se interpretaba en clave de lucha de clases y el cura colombiano Camilo Torres era el máximo referente de esos sacerdotes del Tercer Mundo que se ponían del lado de la justicia social tomando al Che Guevara como bandera. La revolución cubana irradiaba una luz rebelde para quienes querían dos, tres, muchos Vietnam, en palabras del médico guerrillero argentino cubano. Su truncada gesta en la selva boliviana no impide que un año después de su asesinato su rostro aparezca en las banderas del Mayo francés. Argelia fue masacrada por Francia. El imperialismo era el enemigo del pueblo.

Ese sueño antiimperialista se vió truncado sólo algunos años después. Montoneros declara la guerra al gobierno de Isabel Martínez de Perón y sus militantes serían perseguidos por el Estado. En 1975 Montoneros ejecuta en la ciudad de Mar del Plata a Ernesto Piantoni, jefe de la Concentración Nacional Universitaria (CNU), de la derecha peronista y al día siguiente, la derecha peronista asesina a todo el frente sindical de Montoneros. La lucha de clases parte las aguas también dentro del propio movimiento peronista como vemos en la Masacre de Ezeiza en 1972 y el accionar de la Triple A por 1974 y 1975. Luego, el golpe de Estado del 76 marcaría la derrota de los nuestros en la lucha de clases y el ingreso de la Argentina en el ideario neoliberal capitalista.

Hoy, en 2024, en un contexto de derrota para el campo popular y nacional, con un gobierno negacionista que busca exactamente los mismos objetivos imperialistas, hay que recuperar la experiencia de Montoneros. Los monopolios, la Sociedad Rural, la oligarquía, el imperialismo yanqui, todo sigue igual. Nosotros estamos desarmados, literal y simbólicamente, y sin opciones de izquierda dentro del peronismo, que apunta al centro. El Negro Soarez se rie de las experiencias que querían cambiar el mundo sin tomar el poder, se rie de Holloway, de Negri; para él, en clave montonera, hay que tomar el poder. Hoy no hay horizonte que habilite a la lucha armada pero sí a buscar los mismos objetivos socialistas a través de la lucha política. Debemos recuperar de Montoneros la idea de que la revolución de 1945 quedó trunca por las dictaduras y que, por lo tanto, se trata de construir una tendencia política antiimperialista que busque la segunda independencia. 

*desde Santa Fe. Militante y filósofo plebeyo.