¿Qué paso? ¿Cómo encarar las luchas desde abajo en estos tiempos de incertidumbre, hegemonías de derechas y experiencias contradictorias en el campo popular?

Por Tomás Astelarra 

Hay una tierna pero angustiosa sensación de indefensión en los movimientos populares de nuestra Amerika. Indefensos, indefensas, indefenses, frente a un Estado en manos del capital concentrado y expresiones de la más rancia derecha reaccionaria y antiderechos. Pero también frente al cierre de un ciclo de gobiernos progresistas que vuelven o continúan reinstalándose como farsa y tragedia. Frente a nuestros propios errores y contradicciones, llenos de moralismos, dogmatismos y distancias de una realidad que avanza inexorablemente como topadora o incendio en beneficio de ese 1% que cada vez tiene más la sartén por el mango. Alerta, alerta, alerta que camina, el capital organizado en América Latina.

El recuerdo de aquella explosión de luchas sociales en el continente de principios de siglo, pasando por las memorables jornadas del No al Alca en Mar del Plata, se confunde con la dificultad de justificar la reelección de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela o el proceso de cambio del MAS en Bolivia, con internas sanguinarias, personalistas, machirulas, de lawfare entre compañeros, mientras la derecha, Estados Unidos y Elon Musk, toman el cuchillo y se ponen la servilleta para asestar un nuevo golpe de Estado. O quizás un Milei andino como candidato triunfador en las elecciones.

Nos dicen que lo urgente debe tapar lo importante. Pero es un proceso de muchos años como para desestimar la falta de políticas que hayan empoderado la economía, autonomía y democracia desde abajo y la periferia. Desde los mismos pueblos que dicen representar.

Las organizaciones populares resisten frente a un mercado hiperconcentrado y extractivista, ejércitos paramilitares, aparatos judiciales amañados, dirigentes alejados de nuestras realidades sociales, una democracia de la derrota, con políticas de migajas para nuestros emprendimientos. Derechos sociales simbólicos que no paran la olla, ni impiden que muches de nuestres vecines terminen optando por opciones electorales “estúpidas”, en el sentido de repetir un camino que ya conocemos infructuoso y que fueron la base de las revueltas populares que nos encontraron “unidas y organizadas” a principios de este siglo.

Es que, casi veinticinco años después, también nos saben a infructuosos o “estúpidos” los gobiernos progresistas de América Latina. Si no fueron lo mismo, quizás se parecieron demasiado. Sobre todo frente a una crisis civilizatoria que avanza inexorablemente como “hidra capitalista”.

Incluso el pragmatismo de militar la campaña presidencial del actual empleado de Black Rock, Sergio Massa, para sostener, como dice el filósofo cabeza Mariano Pacheco, “pequeños espacios de gestión institucional en un Estado neoliberal” nos ha llevado a la derrota. Una derrota que nos vuelve a encontrar con referentes negociando, optando por el “mal menor”, pidiéndonos paciencia desde cómodos escritorios. Mientras la realidad a nuestro alrededor se derrumba más allá de nuestros ingentes esfuerzos. 

Lo peor de todo es que la “estupidez”, los abusos de poder, los individualismos, la corrupción, las internas intestinas y personalistas, las prácticas patriarcales, los idealismos sin calle o realidad, no son monopolio del arriba, sino que se confirman en nuestros territorios y organizaciones “desde abajo” todos los días. Quizás tengan razón esos libertarios que nos dicen que “hay que agarrar la pala”. O aprender como se usa al menos.

 

¿Hay salida a esta encerrona?

No lo sabemos. Pero hay cierta intuición de que no nos queda otro camino que seguir apostando por este otro mundo o economía posible, de apoyo mutuo y cuidado de la Casa Común. Revisando prácticas, recopilando historias, intercambiando saberes, buscando soluciones creativas para empoderar este devenir que, a pesar de la derrota geopolítica, todavía siguen siendo fueguito, aunque sea ceniza, desde donde reconstruir la esperanza.

Dudosas, quizás no tan entusiastas, parando la olla, rescatando cumpas que, como decía el poeta warpe Armando Tejada Gómez: “se van, sonrisa abajo, muerte abajo, se pierden entre lo destituido que cae y se disgrega”. Incluso: “hay niñes que no llegan a ver al hombre (la mujer). Caen antes”. Quizás sean, una vez más, el abono para un nuevo tiempo.

Seguimos adelante. Apelando a la solidaridad con fuerzas misteriosas que quién sabe de donde salen. Intentando mantener a flote nuestros emprendimientos autogestivos de comunicación popular sin las migajas del Estado y ante la permanente invisibilización, a veces criminalización, desde el arriba. No es novedad.

Seguimos apelando al pensamiento crítico como única forma de vencer esa hidra capitalista, tal cual plantearon hace más de una década las cumpas zapatistas. Seguimos apelando al pensamiento también “autocrítico”. Porque no nos sentimos ajenos a este “realismo capitalista” que describió el filósofo gringo Mark Fisher. Buscando la complementariedad de las pueblas de nuestra Amerika, intentando no demonizar las prácticas estúpidas donde somos el otro.  

Desde Revista Resistencias y La Luna con Gatillo, desde un camino que nos ha encontrado en varias trincheras, sabiendo que la unión hace la fuerza, lanzamos esta provocación a diferentes cumpas activistas, intelectuales, referentes, militantes de la esperanza, que aún hoy representan a los movimientos populares de nuestra Amerika. Un contrataque de pensamiento crítico en tiempos de derrota.